Mundial Brasil 2014: la réplica del campeón (+ Video)


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A la ruta del oro la condicionó siempre un trasfondo de robos, intrigas, secuestros, muertes, persecuciones… Y no escaparía a estos designios el símbolo más codiciado del escenario deportivo internacional, el trofeo de la Copa Mundial de la FIFA, en cuyo dorado camino se fundirían, incluso, las pretensiones del fascismo alemán y otras tantas misteriosas desapariciones.

La Copa, tal cual la disfrutamos hoy, constituye una segunda versión del anhelado premio futbolístico. La primera, conocida como Victoria y renombrada en 1946 como Jules Rimet en honor al antiguo presidente de la FIFA, fue la disputada en los campeonato de 1930 hasta 1970. Hecha a pedido por el escultor francés Abel Lafleur, representaba a la diosa griega Niké en plata esterlina chapada en oro y piedras semipreciosas, con 35 cm de altura y un peso de 3,8 kg (8,4 libras).

Su historia es realmente apasionante: a bordo del “Conte Verde” viajó a Uruguay en 1930 para la primera Copa Mundial y festejó en manos de los locales, a la postre campeones de la lid. Italia la disfrutó en las ediciones de 1934 y 1938 y allí se encontraba cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.

Entonces Ottorino Barassi, presidente de la Federación en dicho país, la retiró en secreto de un banco en Roma para alejarla de los nazis. Arriesgada pero segura resultó la operación, pues la “Jules Rimet” “sobrevivió” el conflicto bélico escondida en una caja de zapatos bajo la cama de su protector.

Cuatro meses antes del inicio de la Copa de 1966, con sede en Inglaterra, el trofeo fue robado de una exhibición pública en Londres. El torneo inició sin él y, pese a los esfuerzos de la Scotland Yard en su búsqueda, el héroe fue un pequeño perro llamado Pickles que hurgando en un basurero de la ciudad halló el objeto más buscado del momento.

Según el reglamento de la FIFA, la Copa devenía reconocimiento para el campeón al finalizar la justa, pero solo la entregarían de forma permanente a la selección que consiguiera coronarse en tres ocasiones. Así, la final de 1970 enfrentó a dos equipos decididos a quedársela: Brasil, con sus títulos en 1958 y 1962 e Italia, monarca en 1934 y 1938. Tocaría a Pelé marcar la diferencia y el partido concluyó 4-1 a favor de la “verdeamarelha”: la “Victoria” pertenecía a Sudamérica.

3302529789_d20f9848e8Y ahí sobrevendría la mayor tragedia: en 1983 la robaron otra vez, ahora de la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol, en Río de Janeiro. Según cuentan, estaba en un gabinete con un frente de cristal antibalas, mas la parte posterior era de madera y los ladrones apenas necesitaron una palanca para sacarla.

Por años persistió el misterio en torno a los hechos hasta 1988, cuando apareció baleado en los suburbios de Ipanema el presunto autor del hurto por un ajuste de cuentas de sus cómplices. Estos, juzgados por el delito, confesaron haber fundido la Copa y venderla en lingotes de oro. Todavía la duda rodea estos hechos, lo cierto es que nunca fue recuperada.

Necesitada de un reemplazo para el Mundial de 1974, la FIFA lanzó la convocatoria al diseño de un nuevo trofeo. Entre las propuestas eligieron la obra del artista italiano Silvio Gazzaniga: una Copa con dos figuras humanas sosteniendo al planeta Tierra. Franz Beckenbauer sería el primero en alzarla, cuando en esa ocasión Alemania venciera a Holanda 2-1 en Munich.

Tiene 36.8 centímetros de altura, 6,175 kg de peso en oro de 18 quilates y piedras semipreciosas. En su parte inferior aparecen grabados los nombres de todos los campeones desde esa fecha. Con apenas 13 cm de diámetro en su base, la pregunta es cuántos más podrá inscribir y si la retirarán cuando no quede más espacio, si bien suponen no ocurrirá hasta el 2038.

Pero sin dudas la FIFA aprendió la lección: ya no es posible conquistar a perpetuidad el trofeo, pues el nuevo reglamento lo consigna como posesión exclusiva de la organización. La obra original permanece en Lausana, Suiza, sede de la misma y únicamente la exhiben en las finales del Mundial.

Y se la verá nuevamente en el mítico “Maracaná”, cuando el equipo campeón –aún muy lejos de definirse, amén de los pronósticos- la levante, bese, rodee o cargue en ese instante de gloria soñado por todo futbolista. Será un momento inolvidable para la fanaticada e indescriptible para los jugadores, aunque de regreso a casa solo lleven consigo una réplica, con baño de oro.

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