Golpes idénticos en el Nacional de Taekwondo


Osvaldo y Ernesto. Foto: Dorado

  Dos hermanos discutiendo una final de un deporte de combate es un acontecimiento poco usual. Y si estos resultan jimaguas, por demás, la situación raya en el límite de lo insólito.

Sucedió con los perlasureños Ernesto y Osvaldo Llorens Molina, ambos de la Selección Nacional, durante la pasada edición del Campeonato Nacional de la primera categoría de taekwondo, en Santiago de Cuba. El torneo tuvo ahora por sede a Cienfuegos y, aunque aquí compitieron en diferentes divisiones, la historia persiste como obligada anécdota.

«Fue muy gracioso -asegura Osvaldo (58 kg.), de 21 años de edad. Al enterarnos de la discusión por el oro, nos abrazamos; pero no sucedió igual con nuestros padres: mi mamá se desanimó bastante y mi papá quiso que llegáramos a un arreglo. Los entrenadores nos dejaron decidir: habíamos entrenado durante mucho tiempo y el público esperaba un campeón; a la larga es un espectáculo y no era justo para ellos».

«Por una cuestión de estrategia yo bajé a la división de mi hermano -señala Ernesto (63 kg.). Era año olímpico y los 63 kilogramos no participan en eventos de este tipo ni Panamericanos. Como me costaba subir a los 68, decidieron unirnos en un mismo peso. Por supuesto, a la hora de organizar el calendario lo pusieron a él por un lado y a mí por otro, para no enfrentarnos hasta la final».

«Los profesores nos pidieron un combate limpio, para evitar enemistades -añade Osvaldo. Sin darse cuenta, el entrenador de Ernesto me pone la mano en el hombro y me da las orientaciones para él. Lo dejé terminar y después le dije: ‘oye, te equivocaste'».

«Acababan de llegar al equipo nacional, no los reconocíamos bien; todavía hoy tengo mis dudas -declara el guía en cuestión, René García. Ángel Volodia Matos y yo los sacaríamos al combate y con la locura pregunté: ‘¿cuál es el mío?’, y Volodia me lo señala, pero no pude verificarlo y comencé a hablarle al hermano equivocado».

«Lo hacen con todos nosotros -confirma Roberto Cárdenas Suárez, jefe de entrenadores del team grande. Para reconocer el trabajo de alguno trato de identificarlo por un lunar en la cara (Ernesto no lo tiene), pero en ocasiones me veo perdido y digo: ‘jimagua, muy bien’ y ellos sonríen, pues saben que lograron confundirme. Estamos muy contentos con ambos: son atletas disciplinados, entregados, con mucho arsenal… Me gustaría que la provincia los ayudara un poco más.

«En aquella final dieron un tremendo combate: pelearon duro pero se cuidaron. Yo estaba allí como director técnico de la Federación y, sin tener entonces vínculo directo con ellos, sufrí al verlos. Respeto las reglas y todo, mas no me gustó un enfrentamiento como ese«.

«Salimos como en las prácticas y le gané -declara Osvaldo. Al terminar nos abrazamos y le dije: ‘te arrollé’, porque fue casi por superioridad técnica y luego nada, seguimos como siempre».

«Mi hermano es mi mano derecha, mi confidente, siempre está si lo necesito – insiste Ernesto. Cuando fallo en una pelea lo tengo a él para corregir cualquier problema, incluso practicamos juntos…».

Fue puro trámite aquella inolvidable lucha por el podio; sin embargo, aún Osvaldo sonríe:
“De vez en cuando se lo saco: recuerda que yo sigo ganándote».

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